lunes, 6 de agosto de 2012

Consejos No Solicitados

Por Politólogo  Steven Levitsky.

gobierno no está en crisis. Humala cumplió su primer año con mayor grado de aprobación que Toledo o García. Pero hay peligros en el horizonte, no solo para el gobierno sino también para la democracia.
Primero, además de perder apoyo público, el gobierno ha perdido algo más importante: la confianza pública. Es cierto, como dice Mario Vargas Llosa, que Humala ha cumplido en muchos sentidos con la Hoja de Ruta, pero la imagen de un presidente que cumple fue destruida por Conga (que no está en la Hoja de Ruta). Conga parecía dividir las aguas entre las fuerzas de la continuidad y la base electoral de Humala, y el gobierno, sin la capacidad o la paciencia para buscar otra salida, optó –con torpeza– por la primera. Como consecuencia, Humala empezó a ser visto como otro presidente que se olvida de sus promesas electorales. El costo para la democracia puede ser alto. El nivel de desconfianza hacia las instituciones democráticas en el Perú ya es uno de los más altos de América Latina. Si Humala –cuya elección fue producto de la desconfianza– es percibido como un presidente mentiroso más, es probable que se refuerce la desconfianza, aumentando el riesgo de movimientos antisistema en el futuro.

Un segundo peligro es que el gobierno se está quedando políticamente aislado. Perdió sus aliados de izquierda y no ha reconstruido una coalición sólida. El aislamiento político también es peligroso. Muchos presidentes personalistas enfrentan serios problemas de gobernabilidad, y no pocos han caído antes del fin de su mandato (Collor, Bucaram, Gutiérrez, Lugo). Una caída presidencial es mucho más probable cuando el gobierno carece de aliados políticos. El rumbo inicial de este gobierno se parece al de Lucio Gutiérrez, que no logró construir una coalición sólida después de la ruptura de su coalición de izquierda y cayó, debilitando aun más la democracia ecuatoriana.

Para evitar el camino ecuatoriano, el gobierno tiene que fortalecerse políticamente. Hay cuatro medidas que podrían ayudar. Primero, el gobierno debería pelearse con la derecha. No pelearse a muerte. Nada de estatizar la banca o volverse chavista, pero sí marcar unas diferencias con el establishment conservador.

Humala no fue elegido por los sectores A y B de Lima. Pero, según las encuestas, es más querido por ellos que por su propia base electoral. Si quiere recuperar la confianza pública, sobre todo en el interior, Humala debe distanciarse un poco del establishment conservador de Lima. Debe demostrar que no ha sido “secuestrado” por ello. No suelo promover a los gestos populistas, pero una pequeña dosis de populismo no le haría mal al gobierno.
 
Segundo, el gobierno debería construir una coalición política de verdad y no las alianzas precarias (y a medias) que ha mantenido hasta ahora. Construir una coalición multipartidaria –como las de Brasil y Chile– implica dos cosas que, hasta ahora, el gobierno no ha querido hacer: consultar en serio a otras fuerzas políticas y ceder espacios de poder (como ministerios) a ellas. Sé que el Perú es un país hiperpresidencialista, que sus partidos son muy débiles y que no hay una tradición de estas prácticas cuasiparlamentarias. Pero el gobierno no tiene alternativa. Para un presidente personalista, en un sistema de partidos fragmentado, el “presidencialismo de coalición” es el mejor mecanismo para asegurar la gobernabilidad –y llegar al fin de su mandato– en democracia. Lamentablemente es tan fácil comprar apoyo en el Congreso que el presidente tiene poco incentivo para construir coaliciones. Pero no hacerlo es muy arriesgado. Puede gobernar sin demasiado problema hoy, pero si sigue cayendo en las encuestas, o si enfrenta una crisis, terminaría como Collor, Bucaram, Gutiérrez o Lugo.

Tercero, el gobierno necesita un partido. El PNP no lo es, ni lo va a ser. La ausencia de cuadros políticos le ha costado mucho al gobierno. Humala necesita cuadros políticos que sean capaces de discutir con los tecnócratas del gabinete, debatir y negociar con la oposición y defender al gobierno en los medios. Si el PNP no los tiene, el gobierno debe salir a buscarlos. Se podría formar, por ejemplo, algo parecido a Ciudadanos por el Cambio, pero más amplio y orientado al centro (¿Ciudadanos por la Democracia?). El gobierno también necesita cuadros en la calle, sobre todo en provincias. Si el PNP no los tiene, tiene que salir a alquilarlos. Podría tejer alianzas con alcaldes y presidentes regionales que tienen vínculos más fuertes con la sociedad, o podría negociar el apoyo de (es decir, cooptar) otras organizaciones sociales y políticas. Hasta podría negociar una convivencia con Patria Roja (que necesita ayuda en su lucha contra el neosenderismo) con fines de reducir la conflictividad social. La cooptación no es linda, pero es un mecanismo de gobernabilidad más eficaz –y mucho más compatible con la democracia– que la represión.

 Cuarto, el gobierno debe cambiar el eje del debate heredado de García: el Perú que avanza contra los enemigos del progreso. Este discurso –muy promovido por los medios limeños– no solo es peligroso para la democracia (porque termina justificando la represión) sino es políticamente fatal para el gobierno porque lo condena a enfrentarse con su base electoral. Si los que votaron por Humala son perros del hortelano, rojos revoltosos y hasta enemigos del Perú, el gobierno no tiene otra alternativa que abandonarlos. Es difícil luchar por la inclusión social si los excluidos están en el otro lado. Hay que cambiar el eje del debate. Por ejemplo, se puede enfocar en la sostenibilidad del modelo, insistiendo en que el fortalecimiento del Estado y la redistribución son necesarios para que el Perú siga avanzando, para que en el 2020 o 2030 se parezca más a Chile que a Bolivia. La persistencia de grupos armados y el surgimiento del Movadef muestran claramente las consecuencias de no construir un Estado más fuerte y una nación más inclusiva. ¿Por qué no construir, entonces, una gran alianza –que se extienda desde el centro liberal hasta Patria Roja– detrás de una campaña antisenderista, basada en reformas serias dedicadas a eliminar las bases del terrorismo?

El nuevo eje del debate sería construir un Estado más fuerte y una sociedad más justa para garantizar la democracia y la economía de mercado versus aferrarse a un statu quo conservador y precario y así condenarse, tarde o temprano, a un colapso más. Pero requiere trabajo político.


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