Por: Segundo Matta Colunche
Periodismo falaz (pinocho) |
Mientras
el grupo de la concentración mediática en nombre de la “libertad de expresión” propone
que fuerzas armadas utilicen armas para disparar al cuerpo de ciudadanos que
expresan opiniones contrarias al extractivismo salvaje, fiscales de Arequipa a
través de una resolución impide a periodistas opinar sobre conflictos mineros
en los medios de comunicación. Aplausos para el periodismo falaz.
Los últimos hechos
ocurridos en Cajamarca y diferentes regiones del país obligan a expresar nuestras
opiniones probablemente parcializadas sobre el comportamiento de algunos hombres
de prensa. Quienes asumimos responsabilidades informativas comprendemos que uno
de los principios rectores del periodismo es la pluralidad acompañado de
actitudes éticas que van más allá de posturas personales o de grupo. El
periodista tiene sentimientos, emociones y por lo tanto su actuar engrandece o
envilece a tan noble profesión. Por justicia el pueblo tiene derecho a estar
informado y el periodista no puede callar o esconder hechos que van contra los
Derechos Humanos (asesinatos, violaciones, torturas, humillaciones); jamás
podría negar su sensibilidad ante las injusticias (discriminación, hambre,
pobreza, desigualdad); no podría tolerar que mentiras sea bandera de
reivindicación, o por decir que la miopía alcance el pregón de la verdad. “El periodista debe ser rebelde de un mundo
desigual e injusto”, decía el uruguayo Eduardo Galeano.
En democracia la
diversidad se respeta aunque sea contraria a la nuestra (periodista), es
aceptable que opiniones de un periodista tengan cierta dirección – “el periodismo históricamente jamás fue
neutral e independiente, pero lo que nunca debe faltar es la pluralidad para acercarse
a la verdad” (Taufic). La verdad absoluta es discutible, sin embargo
creemos que debe estar a la altura para dignificar la profesión. La ética
también es discutible, pero es un principio que su causa encaminó las grandes
revoluciones sociales del mundo.
En el Perú vivimos
momentos complejos sobre el comportamiento de los Medios de Comunicación, analizar
los acontecimientos puede llevar a simpatía de algunos y rechazo de otros. La
naturaleza dialéctica del pensamiento humano. Los grandes medios de la ilegal
concentración dedican páginas completas a deslegitimar las propuestas alternativas
al modelo neoliberal, llegan al extremo reaccionario de llamar a las fuerzas armadas
a disparar con armas letales a ciudadanos que se manifiestan contra el Gobierno
Central y empresas mineras trasnacionales: Aldo Mariátegui (Perú 21).
Si la derecha
reaccionaria aplaude a Aldo Mariátegui cuando este hace hincapié de sus odios al
movimiento social y progresista expresándose como un asiduo discriminador,
igual en Cajamarca los pocos que apoyan a Yanacocha aplauden las infamias de
Luis Mego. No cabe duda la diferencia. El primero defiende con ideas fascistas
el modelo, mientras que el segundo con argumentos falaces el orgullo de una
trasnacional deslegitimada.
César Hildebrantd
decía en uno de sus artículos publicados en su semanario: “…no quiero ser periodista”, se refería a la forma como se hace periodismo
en el país: “…infamia a cambio de la
verdad, cinismo provocador a cambio del conocimiento, verborrea de la pantalla
o el micrófono a cambio de ética y decencia, chismografía y hartazgo a cambio
de investigación seria, troll’s y mentiras a cambio de debate serio y
responsable”.
Es casi nulo ver en
las pantallas, páginas, espacios radiales o en las redes sociales a quienes
ejercen el periodismo hacer de la profesión la más noble de las profesiones. Ya
no están los programas políticos, culturales y de sano entretenimiento; sangre
y falacias recorren los horarios; no hay entrevistas y debates sobre el
desarrollo del país, “problemas y
posibilidades” como decía Basadre.
Los programas
informativos se han convertido en farándula y policiacos (hurracos y sangre
marcan la pauta estelar). Las infamias están a la orden del día y sus
anunciantes deambulan las redes como línea de trabajo. Estamos sin dudad ante
un periodismo falaz.