Por Augusto Ortíz de Zevallos (Diario 16-Lima).
Eso dicen esas empresas internacionales medidoras de riesgo, hipercapitalistas, antipáticas por estatutos y que no creen en nadie. Estas creen que el mercado es padre, hijo y espíritu santo, otorgando credenciales y puntajes mejorados a la ciudad de Lima y a su gobierno municipal, que ya tiene año y medio, para que se pueda dar bonos y permitir más obras.
Esas son las mismas que en España le han quitado ya a un cada vez más desdibujado Rajoy el habla, diez kilos y veinte puntos de aceptación en seis meses. Las mismas que amenazan el euro, mientras la Merkel sonríe con su látigo en la mano y su cara de abadesa perversa. Esas que no entran en vainas como que Grecia es la cuna de la civilización (y a mí qué, dicen) o que Italia (ya sin Berlusconi, y Berlusconi ya sin bisoñé) es tan bonita, culta y refinada. Ni siquiera porque esos tecnócratas, que eso dictaminan, deben saber que allí se inventaron las pizzas buenas, de las que copiaron las gringas malas que a ellos les llega en motocicleta (y en temple de lavativa, como decía memorablemente una recordable señorita Cassinelli) y consumen mientras redactan sus informes.
A esa certificación de confianza que le dan a la ciudad de Lima, y que los periódicos publican en la página 14 también se suma que certifican lo mismo sobre el gobierno del Perú, lo que sí merece una página 3 para que haya avisos estatales y para que no se note mucho la patinada olímpica de nuestra derecha (la DBA , esa que nos dijo que o votábamos por la hija del dictador, el de las medallas de oro en corrupción filmada, o todo se iba al carajo). DBA que también merecería certificarse, sin ningún riesgo, de ser bruta y achorada, como les dijo J. C. Tafur en este diario.
Porque acordémonos de lo que se llegó a decir en la campaña municipal, cuando Susana Villarán era candidata y subía tanto que iba a ganar, y eso había que impedirlo. Que la casa que heredó de sus padres nadie sabía de dónde venía. Que el Sutep iba a gobernar Lima. Que había ido a reunirse con Sendero (¡en Venecia!). Que era una inédita mezcla de pituca, marihuanera y Caperucita Roja. Y que, por lo tanto, iban a gobernar los lobos. Es verdad –pero importó poco– que sobre este particular habían leído mal el cuento porque todos esos lobos eran solo uno, a quien la ingeniosa Caperucita vencía, consiguiendo que la abuelita (Lima, digamos) regrese a la vida sin mordiscos (es verdad que en la sindéresis de ese cuento infantil el lobo es una especie de boa desdentada).
Lima iba a ser una catástrofe
Pues bien, resulta que no. Que va bien y que son esos infalibles tecnócratas de la escuela de Chicago quienes lo dicen: Lima es confiable.
Quizás alguien todavía se permitirá decir que seguramente esos que lo dicen también son caviares y que todo esto es gracias a Fujimori, como nos redundan hasta el cansancio algunos diarios y programas televisivos, esos que parecen inspirados congelados de la España de Franco, cuando todo lo que contradecía al autoasignado “caudillo de España por la gracia de Dios” (arzobispos mediante) era culpa de “una conjura judeomasónica financiada con el oro de Moscú”. La DBA cree en la cojudez de los demás, confundiéndola con la propia.
Gobierno de Lima no ha abundado
Caudillismos sí. Todo vale también, ofreciendo esquinas calientes antes de que haya plan. Porque el plan era que no haya plan, como este escribidor dijo varias veces.
Ese plan que se dejó sin hacer sí se hará y ahora debe abordar sin demora el tema urbano y no solamente el regional que está en curso, y donde ya está terminando una notable consulta con más de diez mil participantes.
Plan y proyectos axiales que recuperan, hacen y valoran ciudad, como el de la Costa Verde, donde con inversión pública los limeños tendrán lo que merecen. Y el del Río Verde, ya iniciado en su componente de Vía Parque Rímac y que avanza a un ritmo notable. Y ordenar el transporte. Los ciudadanos ya ven que la ciudad mejora y cambia, que la ciudadanía no debe ser una palabra hueca y que los temas principales para que no lo sea, tener transporte digno, inclusión, movilidad y oportunidades, se afrontan y no se barren bajo la alfombra. Que Lima Para Todos no es floro sino una meta a alcanzar.
Y por eso, ya terminada toda ingenua credibilidad y desinformación sobre sus “cucos” (la basura esa de la ‘Lady Va-ga’, de la ‘Villa-haragán’ y otras fatigas de la infamia), cuando ya nadie les cree, tienen cierto mérito esos personajes agoreros que cada semana buscan cámara diciendo que todo está mal. Se parecen a ciertas parodias de nuestra televisión vieja de Risas y Salsas. A Don Pésimo y a un memorable tomador de café que cerraba sus peroratas diciendo que todo estaba mal “ porque a los que sabemos no nos llaman”.
El último de los agoreros es un señor Rau Rau, lo que parece una onomatopeya de cómo suenan sus combis, esas que nos dicen al bajar, porque no paran, “pie derecho, pie derecho” para amortiguar la caída, quien le regaló a la alcaldesa en su cumpleaños una huelga fracasada. Y ahora anuncia otra. Nadie le cree. Ni a él, ni a sus protectores, ni a sus financistas de revocatorias.
Nadie que importe. O, como dicen contundentemente en el estadio, “nadies”. Porque Lima avanza. Y el Perú, también.