martes, 28 de enero de 2014

La justicia que Fujimori y la derecha quiere

Por: Segundo Matta Colunche


La esterilización forzosa es considerada como un crimen de lesa humanidad o un crimen de guerra y un delito grave de violencia sexual. Según informe del Ministerio de Salud publicado en el 2002 muestra que: entre 1995 y el 2000, 331.600 mujeres fueron esterilizadas y que 25.590 hombres sufrieron una vasectomía sin su consentimiento.

El pasado 25 de enero, el fiscal Marcos Guzmán Baca, de la 2da Fiscalía Penal Supranacional de Lima, informó que la investigación sobre esterilizaciones forzosas contra Alberto Fujimori y sus ministros de Salud quedaban archivados. Esta noticia cayó como un baldazo de agua fría sobre familiares y víctimas de las esterilizaciones forzosas. 

Los ministros fujimoristas, Eduardo Yong Motta, Marino Costa Bauer y Alejandro Aguinaga Recuenco, están legalmente libres de polvo y paja. Para el fiscal Guzmán, hubo responsabilidades en los médicos, más no en quienes dirigieron el sector. Esto quiere decir, que los galenos actuaron por iniciativa propia y no hubo ninguna directiva gubernamental sobre tal crimen de lesa humanidad.

Aquí la única verdad es que: durante el gobierno de Fujimori (1990 – 2001) se puso en ejecución el programa de esterilizaciones forzadas contra las mujeres indígenas (esencialmente quechuas), con el nombre de “Plan de salud pública” y que fue presentado el 28 de julio de 1995. El plan fue financiado principalmente por la Agencia de Cooperación Internacional Estadounidense con 36 millones de dólares y, con una cantidad mucho menor, por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

Así mismo, el 9 de septiembre de 1995, Fujimori presenta un proyecto de ley que modificaba la "ley general de población", con el fin de autorizar la esterilización. En febrero de 1996, la propia Organización Mundial de Salud felicita a Fujimori por su plan de control demográfico. Esto demuestra la complicidad de un crimen organizado, incluso, con el respaldo internacional.

Solo en el 2001, durante el gobierno de Alejandro Toledo, el entonces ministro de Salud Luis Solari, instituye una comisión investigadora, y también lo propio el Congreso de la República; dichas nacieron como producto del constante reclamo por parte de las víctimas, familiares y ONGs de Derechos Humanos. Ya en el 2002, las comisiones concluyeron que, entre 1995 y el 2000,  se esterilizaron forzosamente 331.600 mujeres, mientras que 25.590 hombres sufrieron una vasectomía. También se concluyó que 300 mil indígenas habrían sido esterilizados.

El plan, según la comisión investigadora, tenía como objetivo: “disminuir el número de nacimientos en los sectores pobres de la sociedad peruana, apuntaba esencialmente a los indígenas de las zonas más abandonadas”. La documentación prueba que el presidente Fujimori estaba informado, mes a mes, del número de intervenciones realizadas por los servicios de sus ex-ministros de salud: Eduardo Yong Motta (1994-96), Marino Costa Bauer (1996-1999) y Alejandro Aguinaga (1999-2000). 

Una investigación de derechos humanos de la abogada Giulia Tamayo, Nada Personal, muestra que habían sido fijadas cuotas a los médicos. Según Le Monde diplomatique (medio francés), afirma que se habían organizado "festivales de ligaduras de trompas" en las zonas rurales y los pueblos jóvenes. En 1996, hubo 81.762 ligaduras de trompas, según las cifras oficiales, habiendo tenido su punto más alto el año siguiente, con 109.689 ligaduras, en comparación a las "únicamente" 25.995 reportadas en 1998. 

¿Hay o no hay responsabilidad política de Fujimori y sus ministros? Por todo lo descrito, podemos afirmar: “Esa es la justicia que Fujimori y la derecha, quieren”.

Santos pedidos

Editorial-La República (25/01/14)

El pedido hecho por la Fiscalía Penal Corporativa de San Ignacio para que se condene a treinta años de prisión al actual presidente regional de Cajamarca es un exceso lamentable.

El caso se remonta a casi un decenio atrás, cuando Gregorio Santos, hoy presidente de la región Cajamarca, era dirigente de los ronderos de San Ignacio y la señora Petronila Vargas fue sometida a juicio popular luego de ser retenida por varias horas y flagelada. En la misma ocasión se procedió a expulsar a Miguel Briceño, ex fiscal de San Ignacio, luego de haber sido declarado persona no grata a la comunidad.

Petronila Vargas y el ex fiscal Briceño presentaron sendas denuncias. La primera acusando a Gregorio Santos, a Ydelso Hernández, presidente del Frente de Defensa de Cajamarca, y a Eliana Zavaleta –conocida activista antiminera– por delito de secuestro; además demanda una reparación civil de diez mil soles. En el segundo caso, se acusa a Santos de delitos contra la libertad, secuestro agravado y resistencia a la autoridad en agravio del fiscal Miguel Briceño y del Estado.

El caso permaneció durante años en los archivos judiciales, pero súbitamente ha sido actualizado, con un pedido de prisión formulado por la Fiscalía Penal Corporativa que insiste en la responsabilidad de Gregorio Santos, demandando para él una condena a 30 años de prisión. Según Santos, no existen pruebas que demuestren que él soliviantó a la población ni que participó en los secuestros del fiscal Briceño y Petronila Vargas.

En efecto, existen razones que llevan a creer que la reactivación de este proceso se debe a un intento de ejercer presión política sobre Gregorio Santos y, en caso de que se dicte sentencia en contra suya, que se busque apartarlo a la mala de la actividad política, ya que si es condenado a prisión por esas acusaciones, inevitablemente se dictaría contra él una sentencia que lo inhabilitaría en sus derechos civiles y lo obligaría a renunciar.

Como a nuestros lectores les consta, el presidente regional de Cajamarca ha sido criticado en estas páginas y disentimos de varias de sus propuestas y métodos. Este desacuerdo no significa que haya que dejar pasar lo que a todas luces es una maniobra que busca manipular al Poder Judicial y al Ministerio Público para dejar a Santos fuera de la próxima coyuntura electoral e impedir que postule a la reelección. Máxime si otros presidentes regionales son precisamente beneficiados por su relación con la Fiscalía. Ni uno ni otro, la ley en su sentido justo y proceso establecido.

Persiste en este caso la misma visión equivocada que ha empantanado la situación en Cajamarca, que consiste en creer que la población de dicha región se deja manipular por el discurso de unos cuantos dirigentes y que sacados estos del espacio público Conga será bienvenida y todo se arreglará. Esa visión es peyorativa para muchos cajamarquinos, reducidos a un  rebaño sin voluntad o pensamiento propios, y cargados de prejuicios que pueden cambiar de signo.

Es ingenuo pensar que porque se lleva a prisión a Gregorio Santos las cosas van a cambiar y, de pronto, la siguiente etapa de Conga se hará. Lo que ocurrirá es que el actual presidente regional no tardará en victimizarse y decir que es objeto de una persecución política decretada por el gobierno central, el cual se vale del PJ para perjudicarlo. En suma, si se quiere ver a Gregorio Santos cuatro años más como presidente regional de Cajamarca no tienen más que insistir en la pretensión de dejarlo fuera de juego de modo tramposo. Esa absurda acusación debe ser desechada.