Por: Segundo Matta Colunche
Yehude Simón renunció a sus principios y asumió responsabilidades políticas apristas |
Transfuguismo,
faenones, lobbies, testaferros y payasadas decoran el circo del parlamento
nacional. Con raras excepciones, el actual Congreso de la República recibe
justificadamente 7% de aprobación.
Mientras la ciudadanía exige: que se ponga en
debate: el salario mínimo vital (88%), la prioridad del trabajo en
educación (71%), la inseguridad ciudadana (62%) y en Salud (55%), según
encuesta de GFK-La República; el congresista por Lambayeque, Yehude Simon
(Partido Humanista Peruano), intenta entretener a la población con sus llamadas
“bombas políticas”. A las que incluso, la prensa nacional ya mediatizó con una
cobertura impresionante.
¿Cuál era la “bomba política” que, según Yehude
Simón, removería las entrañas del gobierno? La respuesta da risa: “El
presidente Ollanta Humala tendría un hijo extramatrimonial que terminaría con
una separación con Nadine Heredia”. Esta será la noticia de la semana y se debatirá
en todos programas políticos dominicales. Pero, cabe preguntarnos: ¿Y los narco
indultos? ¿Los Petroaudios? ¿La muerte del ex consejero Nolasco? ¿Los Decretos
de Urgencia de los colegios emblemáticos? ¿El gabinete
Cornejo-Confiep-Castilla? ¿Las manifestaciones de los mineros informales? De
esos temas: nada. Las declaraciones de Yehude son solo una cortina de humo que
busca tapar escándalos que podrían terminar en inhabilitaciones y sanciones
drásticas a los representantes de la derecha.
Mientras por un lado, Cecilia Chacón (Fuerza
Popular), Luis Galarreta (PPC) y Martín Belaunde (Solidaridad Nacional) acompañaron
a la parlamentaria derechista María Corina Machado hasta Caracas –dizque para
expresar su “solidaridad” por su lucha por la “democracia” –; por el otro, sus
colegas en Lima hacían cargamontón a Ollanta Humala por no recibir a la
parlamentaria golpista que quiere deslegitimar y aislar al gobierno de Nicolás
Maduro. Es increíble ver a la derecha reaccionaria hablando de democracia
cuando nosotros aún recordarnos: los 10 años de la dictadura de Alberto
Fujimori (corrupción, violación a los derechos humanos-asesinatos,
esterilizaciones forzadas-, privatizaciones, etc.) y también el amarre del PPC
con el APRA para limpiar de polvo y paja a Yehude Simon y Mercedes Cabanillas,
por la muerte de 33 hermanos en Bagua. Pero lamentablemente ésa es la clase
política que representa el poder legislativo y que hoy realiza shows mediáticos
para desvirtuar los temas de fondo.
Humala debe asumir su responsabilidad, si es que se
comprueba una posible relación extramatrimonial, es lo mínimo que le
corresponde como hombre y como jefe de estado. Empero, no se debe hacer de este
caso un escándalo mediático que puede mellar la inocencia de un menor de edad, como
hizo Alan García cuando humilló a su ex esposa Pilar Nores, y ni qué decir de
Toledo. Tampoco, debe ser materia de debate de los representantes políticos en
el Congreso y, peor aún, trasladarlo a espacios públicos donde muchas veces se
destruye la dignidad de las personas involucradas.
A partir de la década del 90, con el golpe de
Estado del 5 de abril, se desfiguró el Poder Legislativo y se hizo escarnio de la
política para avalar una Constitución neoliberal, que sólo representa los
intereses de los grupos de poder económico. Desde esta fecha hasta aquí, el
Congreso, los Ministerios, el Poder Judicial, el Ministerio Público y hasta los
medios de comunicación son los más impopulares de las instituciones peruanas. Por
ello, están deslegitimados ante el pueblo, tanto por su abierta relación con el
capital, como por su actuar, que en la mayoría de casos, da la espalda a los
problemas fundamentales de la nación.
Hasta ayer, Yehude Simon parecía que se había
arrepentido de su comportamiento oportunista durante el segundo gobierno del
APRA; hoy comprobamos que todavía tiene deudas políticas que pagar. Por ello, sus últimos anuncios le quitan toda
seriedad de un parlamentario que en otrora expresaba el nivel deseado al
momento de abordar temas fundamentales para desarrollo del país. En verdad, Simon
y otros congresistas, más que cólera, dan risa.