Por: Eduardo Gonzáles Viaña (Diario Uno)
Más que un régimen político, la democracia es un estilo de vida con fines y valores, con respeto por la discrepancia
Una noche de junio de 1950, el general Manuel Odría, dictador del Perú, tuvo una pesadilla. Soñó que el único candidato que le hacía frente en las próximas elecciones presidenciales, el general Ernesto Montagne, lo derrotaba ignominiosamente.
Odría había asumido el mando supremo de la República en 1948 luego de dar un golpe de estado contra el doctor Bustamante y Rivero. Sin embargo, aspiraba a ser un presidente constitucional, y por ello, dos años más tarde, había convocado a elecciones.
Aterrado por el sueño, llamó al general Zenón Noriega, su compadre, a quien había encomendado el Ministerio de Gobierno. Seguramente discutieron:
—Te dije que lo sacaras del juego… que le encontraras un pariente, un amigo o un vecino aprista, y que lo acusaras de cómplice.
—He hecho algo mejor que eso, Manuel. El Jurado Nacional de Elecciones es nuestro. Ya están preparadas las ánforas, y todos los votos dicen Odría, Odría, Odría…
De todas maneras, a Montagne lo metieron en la cárcel. Una semana después, un día como hoy, como candidato único, el general Odría resultaba electo presidente del Perú.
Lo recuerdo porque este suceso trágico y también risible de hace 64 años se acaba de repetir. El profesor Gregorio Santos, presidente de la región Cajamarca, ha sido condenado a pasar 14 meses de prisión preventiva por supuestas irregularidades económicas no probadas en su gestión.
Tres situaciones hacen que la prisión de Santos se parezca a la del general Montagne durante el odriato.
La primera: Santos es el candidato al parecer mayoritario para ocupar otra vez la presidencia de la región. Su encarcelamiento durante 14 meses parece dirigido a desbancarlo.
La segunda: La extraña decisión de la jueza no se ajusta a las condiciones prescritas en el artículo 268 y siguientes del Código Procesal Penal para imponer prisión preventiva a un ciudadano. La posibilidad de que Santos se diera a la fuga está completamente descartada por la función pública que ejerce y por su propia candidatura.
El hecho de que durante estos años recientes se le haya iniciado 38 procesos judiciales y que todos hayan sido desestimados uno por uno hace suponer que, en este caso, el criterio de la jueza ha sido subjetivo, arbitrario y acaso dictado por instancias políticas.
La tercera: Al lado de la mayoría de los cajamarquinos, Santos persiste en oponerse al proyecto minero Conga. Esta lucha es para defender el agua, la vida y la pureza de los aires de las comunidades campesinas que viven en su entorno. De seguir en sus planes, la corporación minera Newmont-Yanacocha puede afectar gravemente el equilibrio ecológico de esta zona habitada por miles de familias que dependen directamente del agua.
Poner a Santos en el penal de Piedras Gordas acompaña sospechosamente al anuncio de que las empresas mineras van a continuar sus trabajos como si se tratara de una forma de acallar a los opositores. Va junto también a un puñado de medidas económicas anunciadas por el gobierno para supuestamente estimular la inversión, y parece ser una de ellas.
Casi al mismo tiempo, se revela una contradicción en el gobierno. El nuevo ministro de Interior, Daniel Urresti, afronta una acusación grave. Se le acusa de haber participado en la muerte de un periodista a quien después de abalearlo lo dinamitaron. Aunque su caso judicial está mucho más avanzado, el Presidente lo nombró hace muy poco.
El Presidente alega en favor de Urresti la presunción de inocencia. ¿No tendría más sentido reconocérsela a Gregorio Santos cuyo proceso ni siquiera se ha iniciado?
Más que un régimen político, la democracia es un estilo de vida con fines y valores, con respeto por la discrepancia, por la justicia, por la libertad y por la dignidad humana. La democracia es una actitud del espíritu. Cuando no lo es, resulta tan solo una pesadilla de palacio.
Fuente: http://diariouno.pe/columna/la-prision-y-la-pesadilla/