Por: Segundo Matta Colunche
Legislativo y Ejecutivo en manos de la derecha |
El
último domingo, en los programas políticos de la televisión nacional (América
Tv, Panamericana Tv y Frecuencia Latina, difundieron reportajes sobre la
inseguridad ciudadana, los excluidos del sistema (viejitos abandonados) y
compromisos del gobierno de Kuzchynski.
A pocos
metros de Palacio de Gobierno y del Congreso de la República (Cailloma, Miro Quesada,
Barrios Altos y alrededores) pernotan durante todas las noches peruanos de
tercera edad. El frío y el abandono se apoderan de viejitos indefensos.
Abandonados
por familiares, pero fundamentalmente por este sistema neoliberal, compatriotas
de la tercera edad tienen que afrontar con dureza la exclusión social, expresado
en la ausencia de Estado. Los muros físicos de la vergüenza han pasado a los
muros imaginarios de la vergüenza. Allí se evidencia la marcada diferencia
social y el foco natural de la desigualdad peruana.
Mientras
fujimoristas: Chacón, Becerril, Galarreta y Tuvino ponen la agenda mediática
farandulera, en sus narices, la delincuencia azota la capital. Ha diario, medios de la concentración – Grupo El
Comercio -, pintan terroríficamente las calles de la ciudad. Es imposible
caminar por las calles de Lima, Chiclayo, Trujillo, Chimbote, Piura y Tumbes durante las noches. En calles
céntricas de Lima y barriadas del Callao, hay zonas “independizadas” para la
delincuencia. Allí, donde se centraliza dos principales poderes del Estado
(Legislativo y Ejecutivo), marcas y bandas tienen terreno liberado.
Según
el informe técnico, al primer semestre Junio-2016, del Instituto de
Estadísticas de Seguridad Ciudadana, el 34.8% de ciudadanos que viven en
ciudades de más de 20 mil habitantes han sido víctimas de algún hecho
delictivo; 32.5% los que viven en la zona urbana; y 26.4% de los que viven en
los centros pobladores de 2 mil a 20 mil habitantes. La mayoría de hechos se
encuentra en ciudades de la costa como: Lima, Trujillo, Chiclayo, Chimbote,
Tumbes y Callao.
El
centralismo limeño ha cabalgado junto a las lacras sociales. Lima concentra el
poder político, económico, la mayor burocracia y los designios del poder. Gobierno Central y lacras
sociales parecen que caminan juntos.
La
derecha jamás entenderá que la delincuencia es producto de la desigualdad
social, de la exclusión histórica. Los viejitos abandonados del Centro de Lima
son herederos de este sistema, son producto de la injusticia social. Los muros
de la desigualdad, no sólo son vergüenza nacional, sino que han trascendido las
fronteras del Perú: “…somos el país más desigual de América Latina”.
Necesitamos
cambiar las cosas, exigimos que niños y ancianos tengan un lugar seguro para
vivir, que no hayan más mendigos, que los programas sociales no se conviertan
en asistencialistas sino en procesos de inclusión. ¿Es posible cambiar esta
realidad? Si es posible.
Aspiramos
a tener un país con oportunidades; educación pública, gratuita y de calidad
para todos, que haya inclusión social y económica. Necesitamos una Nueva
Constitución. Necesitamos un Estado real.