Por: Segundo Matta Colunche
"Goyo" con su pueblo. Una lucha incesante por una región y un país diferente |
Cuba,
Bolivia, Ecuador, Venezuela, Argentina, Nicaragua, Uruguay y Brasil en América
Latina tuvieron que romper esquemas tradicionales para lograr cambios
históricos; en Europa sigue el mismo camino con Grecia y España. Con particularidades
propias pero asumiendo posturas progresistas la izquierda en el mundo avanza.
Referentes políticos
de cambios tuvieron que romper esquemas
tradicionales para darle al pueblo la justicia social. El sectarismo alcanzó su
máximo nivel que impidió ampliar los procesos de unidad. En el Perú, desde la
década del 80 no habido experiencias que
hayan permitido concretizar confluencias amplias para hacer frente a la derecha
reaccionaria. Han pasado más de 30 años desde que Alfonso Barrantes Lingán logró
unir a los sectores progresistas, nacionalistas, de izquierda, socialistas e independientes. El líder cajamarquino tuvo
cualidades extraordinarias para romper
el sectarismo corrosivo.
La historia nos ha
demostrado que la izquierda no solo se viste de color rojo, sin duda es la
marca mayor que conquistó casi medio mundo; empero, los procesos
revolucionarios se convirtieron en regionalistas. Cuba sintetiza ahora el
cambio en los colores de su bandera; sin embargo, Fidel llamó hacer una
revolución verde olivo. Allí marco la no homogeneidad del pensamiento
socialista.
El desaparecido Hugo
Chávez, simbolizó el rojo para su revolución, colores claros de la histórica
socialista. El azul claro marcó el triunfo de Evo Morales. El verde con Rafael
Correa en Ecuador. El Celeste en Argentina y Amarillo en Brasil.
La identidad
progresista ha sido diversa. El morado, color de Podemos (España) dio un salto
cuantitativo y calitativo el último domingo en el país Vasco. Igual sucedió hace
dos años en Grecia. Los pueblos tienen su propia identidad y en función de
ellas gira los cambios históricos.
Fidel y Chávez no
fueron comunistas, su inclusión se dio durante el proceso revolucionario.
Rafael, Evo y Mujica afianzaron los procesos en los programas socialistas.
Avanzaron y conquistaron a los sectores sociales, y fueron ellos, el
contingente social con quienes enarbolan la lucha por la justicia social en
Latinoamérica.
Y es que la
revolución no se resume en un solo color. La revolución no tiene márgenes para
tan mezquino punto de vista, tampoco busca que la línea correcta se imponga por
obra y gracia de ser solo correcta; se necesita la fuerza, el candidato y el
discurso acorde con el momento histórico. La suma revolucionaria de partido y
pueblo, muchas veces fue mal comprendida; por ejemplo, cuando Mao Tse Tung
proclamó que no era posible la revolución en China sin el apoyo del
campesinado, muchos lo tildaron de traidor, divisionista y hasta de agente del
imperialismo; pero la historia lo absolvió de tales acusaciones.
En nuestro país la
dispersión de los movimientos y partidos de izquierda expresa la falta de
madurez para concretizar la unidad. Hay etiquetas y adjetivos de todo lado.
Quién es más moralista o formado ideológicamente o quien conoce mejor la
realidad peruana desde el escritorio. No hay espacio para el análisis real y el
trabajo social desde las bases. El tiempo, juez supremo sabrá dar la razón a
quienes buscan hacer la revolución tal y como predijera el Amauta: Sin calco ni
copia, sino como creación heroica.
Las cúpulas partidarias
que se complacen con la hegemonía sindical quizá necesiten oxigenar sus
pulmones del aire del pueblo llano. Necesitamos un partido que huela a pueblo
que escuche sus demandas y que sepa hacer de él un sujeto histórico que luche
contra los grandes grupos empresariales que detentan el poder en nuestra
Patria.
El nuevo contingente
rebelde, que nace en el norte del Perú; es un apostolado social que encarna la
bandera de la justicia social. La izquierda de hoy, nace desde las entrañas de
nuestra Patria, desde el seno de las organizaciones, de la intelectualidad
progresista y del empresariado nacional sabrá abrirse paso para refundar la
Patria: el Perú para los peruanos.