lunes, 27 de enero de 2014

¡Patria! Perú después de la Haya



Por: Segundo Matta Colunche

Patria, país donde nacimos, nos hemos formado y educado. El amor a la Patria es un valor cívico y va más allá de la reverencia a nuestros símbolos; además denota personalización e introyección. Todo ello significa permitirle a la Patria ser madre de todos y todas, sentirse acogido y orgulloso de ella. Amar a la Patria es un compromiso y un deber. 

Sí, Patria significa compromiso y deber; hoy millones de peruanos esperábamos con atención los resultados del fallo de la Corte de la Haya, que se haga justicia después de una larga historia de frustraciones. Nunca entenderemos cómo las clases dominantes de Lima han tratado a sus similares de Santiago - el pueblo lucha y la aristocracia negocia -. Tampoco comprenderemos las traiciones de Piérola, de los subprefectos Juan Manuel Aguirre y Adolfo Salomón (1879) de los departamentos de Lambayeque y La Libertad, respectivamente,  quienes dejaron en la orfandad al norte peruano ante el avance de los invasores chilenos. En esta larga lista también ubicaremos a quienes entregaron nuestras tierras, sus riquezas, el mar y su soberanía a manos de las trasnacionales y el poder económico.
La línea equidistante que reclamaba el Perú, solo quedará en el recuerdo. Se preveía que la honorable Corte de la Haya no quiera comprometerse con ningún país. Su fallo permite satisfacer relativamente a las dos partes. Los peruanos exigiendo delimitación marítima a través de una línea equidistante, y los chilenos defendiendo lo que ellos creen que legítimamente les corresponde. Por donde lo miremos, no hemos ganado.
No queremos pensar que quienes asumieron posturas triunfalistas antes de la sentencia, como Alan García, Alejandro Toledo y la pasividad de Humala y sus ministros, hayan querido repetir lo que José Antonio de Lavalle y José María Químper, hicieron contra nuestro ilustre Francisco García Calderón, cuando se encontraba detenido por tropas chilenas. Ellos, siendo sus ministros y jefes de guarniciones entablaron una calumnia infernal al indicar que ya había traicionado al país y que la guerra costaba unos millones de monedas. El tiempo dio la razón, la traición de sus ayer leales se consumó en el camino.
Si hubiésemos ganado, ésta seguiría en manos de los Brecia, Romero y la trasnacionales europeas que operan en Chile. Seguirán los barcos de nuestros pescadores artesanales detenidos por las fuerzas del país vecino, seguirán imponiendo sanciones con sumas exorbitantes a quienes caigan en manos del vecino del sur, sin que la cancillería peruana haga algo por ellos. Al final lo que importa es el negocio sin lograr la identidad y soberanía de nuestra patria.
En el recuerdo de quienes leemos nuestra historia, no olvidaremos la ocupación chilena de Lima en 1881; los peruanos tuvieron que vivir en su propia versión del infierno. Una defensa enclenque seguida de crímenes de guerra, incendios, saqueos y vejámenes bochornosos. A nuestros compatriotas los trataron como viles indigentes.
El “triunfo” del gobierno, expresado a través de Ollanta Humala, y auspiciado por la derecha, no es otra cosa que asumir con algarabía decisiones inapelables.  Mientras Michael Bachelet (Presidente electa de Chile) manifiesta su aceptación a medias, en Perú la clase política lo ha festejado por lo alto. Falta identidad, falta Patria.
A partir de hoy, seremos dueños legalmente de una porción del territorio en litigio que ya culminó, no hemos recuperado lo que por justicia nos corresponde. Han sido sensibles con nuestros pedidos, pese haber confirmado que no existió delimitación marítima.
Necesitamos identidad y amor a la Patria. Imposible pensar que lo harán los que buscan solo negocios en nuestro mar, lo hará el pueblo organizado y digno de defender sus recursos naturales y su territorio.