Por: Segundo Matta C.
Hay hechos que generan
respuestas inmediatas. En política, los desenlaces a veces son fatales. Cuando
los evidentes errores no se corrigen a tiempo la coyuntura se puede tornar
cruel. Muchos líderes han perdido su reputación de largos años en tal solo
segundos.
Sintonizar con la gente
no significa hacer todo lo que diga la gente, sino, entender las necesidades de
la gente. Y, entender las necesidades de la gente significa tener capacidad de
escucha. Ha eso llamamos: “Comunicación Política”.
Describimos tal definición
para analizar lo que pasa hoy con la derecha peruana, la clase política que
gobierna el país por más de 190 años de vida republicana. Sólo casos
particulares pueden salvar una delta de su negra trayectoria.
Las últimas tres
décadas ejemplifican con más claridad la reducción del Estado. El capital no
escatimó esfuerzos en avasallar con la democracia y poderes del Estado. Los
sucesivos gobiernos después de la dictadura no hicieron casi nada por recuperar
la democracia plena y con ella la independencia de poderes; al contrario,
implementaron bajo la Constitución del 93.
Varios años han pasado,
varios gobiernos también, hoy, nos lamentamos el no tener la capacidad de
generar espacios democráticos que le den alternativa a la crisis por la que pasan
las instituciones públicas y las organizaciones. El pueblo sigue expresando su rechazo
a la derecha peruana, sin embargo, no hay una confluencia orgánica nacional que
lidere el descontento social. Pequeñas parcelas y dividas no significan todavía
mucho.
En un artículo anterior
afirmábamos que las protestas sociales generarían desestabilización
gubernamental 10 veces más que la ilegítima mayoría fujimorista en el Congreso.
No nos equivocamos, de 29% de aprobación del presidente Pedro Pablo Kuczynski
en el mes de junio, éste ha pasado a 19% en agosto. La factura también le pasa
al Parlamento Nacional quien registra la misma cifra (19%-GFK). Es decir,
tenemos un ejecutivo y legislativo que no nos representa.
Los que se muestran más
preocupados por la desaprobación de PPK son los que dan la cara [analistas y
opinólogos del grupo El Comercio], porque probablemente las opiniones de la
CONFIEP y sus aliados no ayudan mucho a superar la crisis. Desesperados lanzan
el grito al cielo: “PPK despierta”, “Keiko ayúdalo a gobernar”, “cambien el gabinete, se
necesita un político”, “repriman a los desestabilizadores – maestros y
trabajadores”, “confíen, la economía si va a crecer”, en fin, “cuídense,
puede llegar el apocalipsis”.
El columnista del
diario El Comercio Juan Carlos Tafur ya hizo la advertencia: “La
radicalidad de izquierda
desborda el rincón excluido en el que se la quiere colocar. Los más de 600 mil
votos de un encarcelado Gregorio Santos –quien se prepara para dar la sorpresa
en las venideras elecciones municipales y regionales– debieran haber hecho
entender que hay una opción extrema que no solo subsiste, sino que crece a
vista y paciencia de la clase política acomodada”. Radicalidad? no, se
llama descontento del pueblo peruano, crisis del modelo neoliberal, fracaso de
la tecnocracia reaccionaria, ineficiencia, corrupción. Alternativa: Nuevo Curso para el Perú.
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