La primera vez que conocí al presidente regional de Cajamarca fue a propósito de una entrevista que le hice para el semanario Hildebrandt en sus trece.
Por Ybrahim Luna
‘Goyo’, como conocen en Cajamarca a Gregorio Santos Guerrero, nos recibió con mucha amabilidad. Quizá porque reconocía en este periodista al autor de uno de los primeros perfiles biográficos que se hicieron sobre él. O quizá simplemente porque estaba de buen humor. Las personas de su entorno siempre me lo describieron como dicharachero y accesible.
Antes de la entrevista hizo un par de referencias humorísticas sobre el aspecto desalineado de los periodistas. Y no tuvo reparos en consultarme algunas cosas que él consideraba que alguien externo al problema Conga podía entender mejor. Parecía relajado y en confianza.
Pero las cosas cambian cuando uno enciende la grabadora. Goyo, como otros dirigentes, asumen una postura más rígida y oficial. Hablan como políticos y están a la defensiva. Es muy difícil sacarles algo que no quieran decir. Al menos Goyo se ha vuelto un experto en el debate espontáneo, en esquivar al oponente enjugándole otros temas de igual o más relevancia. Goyo es experto en avinagrar los hígados de sus detractores.
Aquella vez, la entrevista fue interrumpida por la visita de dirigentes awajún (¿o mashiguenga?) que Goyo presentó como “hermanos de nuestra selva” y a quienes atendió en una sala contigua. Después de Cajamarca, la imagen de Santos se ha afianzado en La Libertad, en la sierra de Piura y por supuesto en Amazonas. Un frente en el norte que probablemente no le pertenece a Patria Roja sino al carisma político de Santos.
Culminada la entrevista tuve la misma impresión del padre Gastón Garatea cuando, tras una primera visita a la autoridad regional, dijo: “no es el monstruo que nos habían pintado”. Efectivamente no es el monstruo que el conglomerado empresarial pinta, que el sector político combate, o que el poder mediático denuncia.
Es más bien un tipo muy hábil que nunca se imaginó que el destino lo pondría al frente de un conflicto que en el mejor de los casos solo requeriría de él algo fundamental: su consecuencia. La cual ha ejercido con todo derecho ya sea por convicción o por oportunidad política. El poder también marea, es cierto.
Goyo es el Ollanta Humala pre electoral, el del polo rojo, pero con ideología comunista de varias décadas; es el dirigente que no se consumió a la misma velocidad que lo hicieron Pizango o Aduviri básicamente por estar respaldado por un partido político con ideario y logística, Patria Roja.
Aunque a muchos les aterre la simple mención de Patria Roja, con sus banderas con la hoz y el martillo y sus pósters en blanco y negro de Marx y Lenin, es técnicamente un partido político. Tiene una ideología, la comunista; una interpretación peruana, la de José Carlos Mariátegui; jerarquía y mapa de funciones; una teoría política económica y una teoría de clases; bases en varias regiones del país, tiene capacidad de movilización permanente, participa en la vida democrática a través de elecciones, ha combatiendo a Sendero desde los ochenta, etc. Quizá junto con el APRA, la de Haya de La Torre antes de los pactos, son los únicos partidos políticos de este país.
¿Temor por Patria Roja? Quizá, pero más temor por la orfandad de partidos políticos serios que tengan programas de gobierno basados en la participación civil y en el cambio de las injustas reglas de juego. Ni la derecha ni el centro peruanos han articulado una ideología, aunque utópica, de querer mejorar las cosas.
Todo está consumado para ellos con el rumbo económico fujimorista que nos rige desde hace dos décadas; y asumen que la única cosa que hay que mejorar es la inclusión social a través del ‘chorreo’ o ‘programas sociales’. He ahí su decadencia e imposibilidad de entender el Perú. ¿Qué les queda? A la derecha, secuestrar las voluntades de un presidente débil y sin partido; y al centro, arrimarse un tantito a la derecha como siempre.
Goyo no asistió a la reunión que los facilitadores de la ¿desaparecida? mesa de escucha habían organizado con la empresa minera Yanacocha y el Ejecutivo por una simple razón: el estado de emergencia no había sido levantado en Cajamarca. Ningún dirigente del Comité Unitario de Lucha o autoridades de las zonas de influencia que están en contra del proyecto minero Conga habrían asistido a tal reunión. Hay que recordar que el levantamiento del estado de emergencia fue pedido por los mismos facilitadores Monseñor Miguel Cabrejos y el Padre Gastón Garatea. No les hicieron caso.
Los dirigentes del Comité unitario de lucha de Cajamarca han entendido que el objetivo mediático a convencer ya no es Lima. Lima es un caso cerrado. La gran prensa tiene una postura que jamás cambiará por convicción o intereses. Los dirigentes ahora apuntan, con más tino, a fortalecer su mensaje en las demás provincias de Cajamarca, sobre todo en el norte; en el resto de departamentos del país que tengan demandas similares, y por supuesto en el extranjero donde ya tienen un importante posicionamiento.
Lima ya no es tan gravitante como antes, y eso que quedó demostrado en las recientes elecciones. Si por Lima fuese, PPK hubiese sido elegido presidente en la primera vuelta o Keiko Fujimori en la segunda. Pero no, las provincias lograron torcer el brazo a esa intención de voto e imponer a Ollanta Humala desde su descontento casi ancestral. Si las provincias fuesen más concientes del enorme poder que tienen al unirse, este país andaría un poquito mejor, probablemente.
El premier Juan Jiménez, el del diálogo, explica que solo se levantará el estado de emergencia en Cajamarca cuando las autoridades regionales den señales claras de garantizar la paz y el libre desarrollo de las actividades económicas en la región.
En cristiano, nadie debe salir a protestar o movilizarse, ni ejercer su derecho constitucional a la protesta. Esto incluye a Celendín y Bambamarca, donde las viudas, huérfanos y ciudadanía en general no pueden pedir justicia por sus cinco muertos y heridos.
En pocas palabras, castrar el descontento popular militarizando la zona para que el proyecto minero siga adelante. ¿Este era el gabinete del diálogo?
Nuestra DBA y PBA (prensa bruta y achorada) parecen no aprender nunca la lección, ni siquera por estrategia. Cuando los medios oficialistas, los mismos que satanizaron a los candidatos Ollanta Humala y Susana Villarán por ejemplo (que ganaron y ahora gobiernan), hacen cargamontón contra un agente político terminan generando el efecto contrario.
O cubriéndolo con el efecto teflón o generándole apoyo y empatía por el efecto David contra Goliat. Es que la inteligencia no suele ser una virtud de nuestra derecha gobernante que dicta titulares contra Santos dejando un día.
Reseño tres párrafos del perfil que hice sobre Gregorio Santos hace unos meses:
“Su padre se ahogó en el río Chinchipe cuando él estaba en el séptimo mes de gestación. Su madre, doña Máxima Guerrero Martínez, vendía verduras para mantener a la familia, y Goyo tuvo que trabajar desde pequeño para ayudar a los siete hermanos que eran en total. De pequeño se aprendía de memoria los discursos de varios políticos y se ganaba unas propinas al reproducirlos exactamente, parado en una banca, frente a sus parientes. Desde adolescente leía revistas de izquierda y buscaba la forma de trabajar y estudiar a la vez, lo que no le quitaba tiempo para el arte y la palomillada. La ecuación familiar era simple, hijo que lograba estudiar trabajaba para ayudar al siguiente, y así sucesivamente. Ambos padres fueron dirigentes ronderos en algún momento.
Gregorio Santos nació en octubre de 1966 en el caserío La Lima, distrito de San Juan de Chirinos, una comunidad campesina en ceja de selva, en la provincia de San Ignacio al norte de Cajamarca. Su vida la desarrolló en la vecina Jaén, a donde marchó a estudiar una vez concluidos los estudios secundarios. Fue dirigente en el Instituto pedagógico donde estudió la carrera de Educación, fue dirigente regional del SUTEP y presidente de la Federación regional de las rondas campesinas. Obtuvo su bachillerato en la Universidad Nacional de Cajamarca y actualmente busca obtener una maestría en Gestión Pública en la PUCP, en la modalidad a distancia.
Ahora tiene cuatro hijos y está separado. Gana unos 12 mil soles mensuales como máxima autoridad regional y todos los días aporta para su partido. Utiliza un moderno tablet y dedica buen tiempo a la red social Twitter. Tiene más de una docena de denuncias por propiciar disturbios públicos, y el humorista televisivo Carlos Álvarez ya lo imitó con el personaje de Gregoro. “A veces es necesario bajarlo de su nube”, dice el vicepresidente César Aliaga. “A veces, él me baja de la mía”, concluye.
Está demás reseñar la cantidad de insultos que recibí por ‘humanizar’ a Santos.
Goyo no es un Pol Pot andino como lo describiera Humala en España y lo celebrara nuestra DBA, pero tampoco es un Ghandi de poncho y sombrero, y los militantes de Patria Roja no son monjas ni compositores de trova. Si alguien quiere combatir a Goyo y a su partido tiene que hacerlo políticamente, democráticamente y en el campo de las ideas. Y un requisito fundamental para ese debate es tener la CONSECUENCIA necesaria para demostrar solidez. Se entenderá porque a Humala, el de la gran transformación, le ha ido tan mal en ese aspecto.
Sobre la gestión del gobierno regional de Cajamarca, reconocida y premiada por el mismo MEF con bonos por gasto efectivo, es probable que en la realidad sea bastante mediana. Lo que sorprende es que en casi once meses de conflicto no se haya hecho una encuesta especializada en el mismo departamento para determinar el real nivel de aceptación o rechazo del proyecto minero Conga y de la figura de Santos.
Todo lo que tenemos son encuestas nacionales urbanas, donde predomina Lima, como referentes más cercano. ¿Será por eso que el Ejecutivo y la prensa han rechazado de plano un referéndum para dirimir el conflicto social? El tema de Conga, obviamente, no se resolverá en Lima ni en los titulares de los quioscos ni en las redes sociales, sino en la misma Cajamarca.
Un militante de Patria Roja nos asegura que Goyo tentará la reelección para la gubernatura de Cajamarca el 2014, y por supuesto la presidencial del 2016. Dice que no piensan ganar pero sí posicionar al partido, sacarlo de la marginalidad, intentar pasar la valla electoral y colocar como mínimo unos seis congresistas.
A estas alturas es claro que Goyo no empuja a Cajamarca; Cajamarca es la que empuja a Goyo, y sobre todo la zona rural que es su principal bastión y que representa el 70% de un departamento donde aún predomina la pobreza y desigualdad después de veinte años de megaminería.